Decisión Pecaminosa

En un espacio determinado se congeniaron las ganas de invocar la elección de pecar.
Esperando, sin ganas de esperar, nos fuimos despojando de culpas adheridas.
Puros, intimados por el encuentro, nos deleitamos conociendo nuestros estados salvajes.
Como inocentes exploradores íbamos descubriendo paso a paso sentimientos que ni aun nosotros creíamos tener.
Agradecidos el uno del otro dejamos marcada la huella del encanto y la plenitud misma del cuerpo y la mente; de los sentidos y de nuestro propio ser.
Toda tenía otro color, otras ganas, esas que se encontraban perdidas quién sabe dónde… quién sabe si existían; y si no existían se descubrían para lucirse y hacernos ver de una manera distinta.
Resplandecíamos como espejo al Sol, nada nos poseía más que la juventud perdida por el intenso andar de la rutina.
Era un tiempo en donde las miradas de aquellos que nos amaban se transformaban en garras dispuestas a saberlo todo.
Pero ahí quedaba yo, inventando arrepentimientos sin culpa.
No era honesto demostrar lo indemostrable, lo perteneciente a lo ajeno. Si eso era lo que me había devuelto la vida; ¿Cómo arrepentirme?
Desechaba las preguntas que se acercaban a indagar mi estado para hacerme sentir mal.
Porque mi decisión de explorar de vez en cuando era lo que yo quería, descubrir en cada encuentro el valor del hombre y el conocimiento del mismo.
Es comenzar a abrirme de par en par, sin la ofuscación de la cama fría.
Mi apropiación del perdón no tiene validez, lamento no ser comprensiva, pero sé que en algún momento dispondré del tiempo para resarcirme y cambiar el lema de mi vida.
Mientras tanto esperaré paciente los encuentros que escribirán las páginas de mis días.

By Carelia Gajardo

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